Podemos jugar un juego: imagina volver al año 1000 y decidir que ha llegado el momento de aventurarte fuera de los muros de nuestra aldea. Hay mucha curiosidad, la única información viene del cura o de algún trovador que se detiene a contar sus historias – fantásticas y probablemente inventadas – y luego algún comerciante; y por supuesto los peregrinos. Estos son los que más curiosidad despiertan porque los motivos de su marcha están vinculados a la fe y nos causan una gran impresión a nosotros, gente del pueblo, que por momentos los vemos como hombres con olor a santidad pero por momentos como personajes picarescos, de quien debemos tener cuidado. Tomar la carretera para llegar a una cabecera de un lugar sagrado, donde se guardan las reliquias de un santo o incluso un apóstol también puede ser una buena oportunidad para abandonar la estrechez, incluso cultural, del pueblo. Un proyecto estimulante.
Nos preparamos para el viaje, usamos una túnica corta, sin duda de lana áspera y sin teñir, un sombrero de ala ancha para protegernos del sol y la lluvia, botas o sandalias muy sencillas, un bastón robusto y curvo para ayudarnos en los tramos difíciles. – el bordon – también útil para mantener alejados a los animales y a los malos (y al diablo). Una botella de agua que cuelga del cinturón, a menudo formada por una pequeña calabaza vacía, y la alforja, de cuero u otra piel de animal, que siempre llevaremos abierta para demostrar que no somos malintencionados y que no llevamos nada que pueda hacer daño.
Luego dejamos Versilia hacia Pistoia para visitar las reliquias de San Giacomo. Llegamos a Camaiore, nos adentramos en el territorio de las seis millas, llegamos a Lucca con sus poderosas murallas; luego el campo y las colinas con los pueblos antiguos.
Mucho ha cambiado pero mucho ha quedado. No será tan difícil sentirse contemporáneos del líder español Cid Campeador (1043-1099), luchando por la Reconquista española y de Godofredo de Buglione, un caballero franco, uno de los comandantes de la Primera Cruzada (1096-1099). Puede ser divertido y ciertamente relajante abandonar todas las herramientas de nuestra modernidad durante unos días, buscando la sobriedad y la esencialidad de esa época. Aceptaremos agradecidos una sopa y un trozo de pan y pasaremos la noche en un hospital que ofrece la parroquia con pocas comodidades. Nuestra ruta estará protegida por los Caballeros de la Tau, o por la orden de los Hospitalarios o incluso por los Templarios. El camino está lleno de peligros e incertidumbres pero al final alcanzaremos nuestra meta, y seguro que tendremos como regalo los cambios que este camino habrá provocado en nosotros.