El albergue Parroquial
La historia del albergue tiene raíces ancestrales: la costumbre de la hospitalidad en Valpromaro queda atestiguada por la presencia del Hospital San Martino, presente en la localidad desde el siglo XI. Poco a poco, en los siglos siguientes, la tradición de las largas peregrinaciones cayó en desuso hasta tiempos recientes. Con motivo del Jubileo del año dos mil, se inició localmente una intensa operación de reevaluación cultural de las raíces de la espiritualidad cristiana medieval. Por iniciativa del CEI, de los organismos públicos locales y en particular de la provincia de Lucca, la difusión de publicaciones y la organización de oportunidades históricas y culturales para revivir los lugares de la Via Francigena se inició en 1995. El diario de Sigerico se convirtió en la guía para volver sobre la Vía en la zona de Lucca y en poco tiempo se abrió paso la posibilidad de recuperar su valor, dándole nueva vida.
La comunidad de Valpromaro -en la persona del párroco de la época, Don Silvano Bertellotti- se dispuso a acoger a los peregrinos, poniendo a disposición parte de la rectoría del pueblo. Don Mario Visibelli tomó el relevo de Don Silvano quien inició importantes intervenciones extraordinarias de mantenimiento, dando a la casa su aspecto actual.
Fue él quien inició de manera continua la realidad de la hospitalidad desde 2004, encontrando a los caminantes en la puerta de la rectoría, que se convirtió en uno de los primeros lugares de acogida para los peregrinos en su camino, y fue acogida con creciente atractivo. La comunidad de feligreses tenía curiosidad por los invitados ocasionales, y hubo muchas oportunidades para intercambiar y compartir en la rectoría, lugar de encuentro, hospitalidad y sede de las iniciativas caritativas parroquiales.
A partir de 2008 la rectoría dejó de ser la residencia del párroco y los espacios interiores fueron ocupados progresivamente por un número creciente de peregrinos. Fueron los años de las primeras peregrinaciones grupales que ayudaron a resaltar la consistencia del fenómeno que se estaba gestando. Los peregrinos aumentaron y su origen fue cada vez más variado. Los lugareños y en particular un grupo de jubilados entre los que se encontraban Mario Andreozzi, Ivana Bertolaccini y Benito Polloni, particularmente apasionados por las historias de humanidad que llegaron al país, se hicieron cargo de los peregrinos, en ausencia del párroco.
Los peregrinos llegaban cada vez más numerosos, informados por guías italianos y extranjeros que hablaban de la bella y sencilla hospitalidad vivida en Valpromaro o que pasaban la voz a quienes se encontraban en la calle recomendando una parada en el pueblo. A partir de 2010 fue necesario vigilar constantemente la casa que ahora se conoce como albergue o Casa del Pellegrino. El primer hospicio de Valpromaro fue Loredana Francinelli, peregrina desde hace mucho tiempo de la provincia de Brescia. Caminando sobre la Francigena había pasado por Valpromaro. Ofreció su disposición para atender a los peregrinos que llegaran en julio y agosto.
La presencia estable del anfitrión contribuyó a mejorar la calidad de la hospitalidad, manteniendo el estilo espontáneo con el que nació – la esencialidad y la sobriedad – renunciando a la organización comercial de la hostelería, optando por abrir la puerta a quienes habían decidido partir, sin distinciones religiosas, económicas, culturales.
El albergue nunca ha renunciado a la donación como instrumento de generosidad consciente tanto para los que son bienvenidos como para los que acogen.
Desde 2013, el albergue está confiado, durante el período de apertura de verano, a Accoglienza Pellegrina, que con la gran comunidad de voluntarios hospitalarios repartidos por todo el mundo, se une al pequeño pueblo de Valpromaro para renovar una auténtica acogida capaz de mantener un ser humano y dimensión fraterna.
Desde el inicio de la colaboración, Giuseppe Mancino, un hospitalero voluntario, estuvo a cargo del albergue de Valpromaro, actuando como intermediario entre el comité del pueblo y el grupo de Accoglienza Pellegrina. Hombre de profunda humanidad y rigor, garantizó su asidua presencia en apoyo de compañeros hospitalarios comprometidos en turnos. Su repentina muerte a finales de 2018 realmente dejó una profunda tristeza y nos empujó a querer perpetuar el recuerdo haciendo esto historico albergue de peregrinos a su nombre.